domingo, 18 de octubre de 2009

La Manzana (Imagen)



"El juicio de Paris" Peter Paul Rubens (1639)

Antecedentes a la Ilíada: La manzana de la discordia

La guerra de Troya fue consecuencia de la alianza guerrera de varios reyes de Grecia contra la ciudad de Troya y sus aliados de Asia Menor. Troya se encontraba situada en el Noroeste de la actual Turquía.

La manzana de la discordia

Cuenta la leyenda que a la boda de Peleo con Tetis no fue invitada la diosa Eris. Ésta enojada por el divino desaire ideó una peculiar venganza cuyo imprevisto desenlace dió lugar a la sangrienta guerra de Troya.

Eris colocó, en el lugar donde se celebró el banquete de bodas una manzana de oro con una inscripción en ella que decía, "para la más bella entre las diosas". Las diosas comenzaron inmediatamente a disputarse el preciado trofeo quedando de entre todas ellas tres finalistas.

Hera, la hermana y esposa de Zeus, reina de las diosas, protectora del matrimonio y de considerable fuerza; Atenea, hija de Zeus, poderosa guerrera, de gran sabiduría y destreza en las bellas artes; y por ultimo Afrodita, la diosa de la pasión que, nacida de la enrojecida espuma del mar, era considerada como la hija de Zeus.

Como ningún dios se atrevió a mediar entre tan poderosas diosas se encomendó el arbitraje y la elección de la mejor diosa a un mortal:el príncipe Paris.

Las tres diosas junto al dios Hermes, quien hacía las veces de mensajero, descendieron del Olimpo para entrevistarse con el príncipe. Paris era hijo de Príamo, rey de Troya, y de su esposa Hécuba.

En aquellos días Paris se encontraba cuidando un rebaño de ovejas en el monte Ida. Más tarde desde ese monte los dioses iban a contemplar varias batallas de la guerra de Troya decidiendo el curso de las mismas de acuerdo a sus simpatías por unos y otros héroes en ambos bandos.

Las diosas, haciendo gala de su poder de seducción, se pusieron inmediatamente a intentar ganarse la simpatía y el favor del príncipe Paris.

Hera, le ofreció gobernar sobre toda Asia y Europa; la marcial Atenea le prometió habilidad militar y fama, y Afrodita le prometió entregarle a la más bella mujer del Egeo:Helena, quien desde hacia ya muchos años era deseada por todos los reyes, príncipes y héroes guerreros de la época.

Paris eligió, casi sin dudarlo, la oferta de Afrodita. Esta decisión despertó la ira en las otras dos diosas quienes juraron, secretamente, a Paris rencor eterno...

Pocas jornadas después, Paris embarcó hacia Grecia. Su destino final fue Esparta, donde Helena residía junto a su esposo Menéalo, rey de Esparta y hermano del poderoso rey Agamenon, rey de Micenas. Paris se hospedó en casa de Menéalo y cuando este tuvo que partir para resolver algún rutinario asunto de gobierno, secuestró a Helena.

Dicha abducción no fue violenta debido a que la mujer, en aquella época, era considerada un ser pasivo que se sometía sin oposición ni grandes sentimientos de culpa al hombre que la tomara.
Sin embargo el rapto de Helena, no solo fue tomado como una ofensa al anfitrión, sino también a Zeus, quien a través de sus múltiples personalidades, Zeus Xenius, había apadrinado la boda de Helena con Menéalo. Con esto Paris se había ganado la enemistad de Zeus, la cual sumada a la de Hera y Atenea (desfavorecidas en el juicio de la manzana), le iban a traer, tanto a el como a su pueblo la terrible tragedia de una interminable guerra.

Y esto no es todo, los numerosos y anteriores pretendientes de Helena, hasta su enlace con Menéalo, consideraron el rapto como una traición a su propio honor, ya que cuando fueron aspirantes al favor de la bella Helena se comprometieron en defender el honor de quien fuera el elegido para desposarla. Agamenon asumió el mando de la expedición de rescate de su cuñada y de castigo a los traidores troyanos.

Este fue el origen de la guerra de Troya y el desenlace de una curiosa disputa femenina por una manzana de oro.

lunes, 12 de octubre de 2009

martes, 29 de septiembre de 2009

2.2 El alfabeto griego

En los siguientes vídeos practicamos el alfabeto griego:
¡Atención! ¡Está pronunciado en inglés!



A ver ahora qué tal...



¿Lo intentamos cantando con él? ¡Es difícil dar la nota!



Me temo que este niño lo hace un poco mejor...


Sin embargo debo reconocer que no hay nada como estos dos aspirantes a OT en versión culta. ¡Genial chicos! ¡Sois los mejores!

2.1 El alfabeto Griego

(Apuntes de clase: su importancia para nuestra cultura).
Libro, páginas 106 y 107:

La familia indoeuropea.
Familia de lenguas indoeuropeas.

Actividad
Compara el siguiente vídeo de la separación de los continentes con la teoría de Franz Bopp (linguística comparada).

1.13 Dafne desenamorada



Orgulloso Apolo de la victoria conseguida sobre la serpiente Pitón, se atrevió a burlarse del dios Eros por su apariencia de niño así como por llevar arco y flechas de tamaño rídiculo.

Irritado, Eros se vengó disparándole una flecha de oro con punta de diamante, que le hizo enamorarse de la ninfa Dafne locamente, mientras a Dafne le disparó otra flecha con la punta de plomo, que le hizo odiar el amor y especialmente el de Apolo.

Dafne era una ninfa cazadora consagrada a Ártemis, y por lo tanto, rechazaba cualquier tipo de amor masculino, y, por supuesto, no quería casarse.

Apolo persiguió locamente a Dafne mientras que ella huía incansablemente de él. Pero, poco a poco, Apolo fue reduciendo distancias y cuando iba a darle alcance, y se encontraba ya cansada, Dafne pidió ayuda a su padre, el río Peneo de Tesalia. Apenas había concluido la súplica, cuando todos los miembros se le entorpecieron: sus entrañas se cubrieron de una tierna corteza, los cabellos se conviertieron en hojas, los brazos en ramas, los pies, que eran antes tan ligeros, se transformaron en retorcidas raíces. Finalmente,tan sólo en el rostro queda la belleza hasta que se convierte en la copa de un árbol.
Este nuevo árbol es, no obstante, el objeto del amor de Apolo, y puesta su mano derecha en el tronco, advierte que aún palpita el corazón de su amada dentro de la nueva corteza, y abrazando las ramas como miembros de su cariño, besa aquél árbol que parece rechazar sus besos.

Como consecuencia de este lance, el laurel es la planta dedicada a Apolo, en recuerdo de su amor por Dafne. Una corona de laurel era el premio que recibían los ganadores del concurso Pítico, más tarde coronó a emperadores y aún hoy en día sigue siendo el símbolo de los primeros premios en los Juegos Olímpicos.

1.12 Zeus y Leto= Artemisa



En griego antiguo Αρτεμις, quizá de αρτεμης, ‘sano y salvo’, es la hija de Zeus y Leto y la hermana melliza de Apolo. Solía ser representada como una diosa virgen de la caza, llevando un arco y flechas. Más tarde pasó a estar asociada con la luna, como su hermano Apolo lo estaba con el sol. Fue una de las deidades más ampliamente veneradas y una de las más antiguas.

Según cuenta una tradición, Artemisa nació antes que su hermano y ayudó a su madre a dar a luz a Apolo.

Es la diosa «que se entretiene en las montañas con el arco». En algunas escenas encantadoras: a los tres años, Artemisa pidió a su padre, Zeus, mientras estaba sentada en su rodilla, que le concediese varios deseos. Pidió permanecer casta toda la eternidad y no ser atrapada en el matrimonio, sabuesos de orejas cortadas, ciervos para tirar de su carro, veinte ninfas Amnísides como compañeras de caza, y «sesenta bailarinas oceánides, todas de nueve años». Zeus accedió a sus deseos. Todas sus compañeras permanecieron vírgenes y ella guardó celosamente su castidad.

En una ocasión, Artemisa estaba bañándose desnuda en el bosque en compañía de su coro de ninfas, cuando el príncipe tebano y cazador Acteón, que pasaba por allí, la vio. Pero las ninfas lo descubrieron y corrieron a tapar a Artemisa. Ésta se disgustó tanto por haber sido espiada desnuda que transformó a Acteón en un ciervo y envió a sus propios sabuesos a que le mataran. Éstos le destrozaron sin saber que el ciervo que cazaban era su propio dueño.

1.11 Leto y Zeus= Apolo


Apolo (en griego antiguo Ἀπόλλων Apóllōn o Ἀπέλλων Apéllōn) es uno de los más importantes y multifacéticos dioses olímpicos. El ideal del kouros (joven imberbe),

Cuando Hera descubrió que Leto estaba embarazada y que Zeus era el padre, prohibió que diera a luz en terra firme, o el continente, o cualquier isla del mar. En su deambular, Leto encontró la recién creada isla flotante de Delfos y dio a luz allí. La isla estaba rodeada de cisnes y más tarde Delfos fue consagrada a Apolo.

También se afirma que Hera secuestró a Ilitía, la diosa de los partos, para evitar que Leto diese a luz. Los demás dioses engañaron a Hera para que la dejase ir ofreciéndole un collar de ámbar de ocho metros de largo. Los mitógrafos coinciden en que primero nació Artemisa y ésta ayudó a nacer a Apolo, o que Artemisa nació un día antes que Apolo.

Cuatro días después de su nacimiento, Apolo mató al dragón ctónico Pitón, que vivía en Delfos junto a la fuente de Castalia. Hera envió a la serpiente para perseguir y matar a Leto por todo el mundo. Para proteger a su madre, Apolo suplicó a Hefesto un arco y flecha. Tras recibirlos, Apolo arrinconó a Pitón en la cueva sagrada de Delfos.

Apolo ha sido reconocido variadamente como dios de la luz y el sol; la verdad y la profecía; el tiro con arco; la medicina y la curación; la música, la poesía y las artes. Apolo es hijo de Zeus y Leto y hermano gemelo de la cazadora virgen Artemisa.

martes, 15 de septiembre de 2009

1.10 Afrodita y Psique ; Eros y Psique


Afrodita estaba celosa de la belleza de una mujer mortal llamada Psique. Pidió a Eros que usara sus flechas doradas para hacer que Psique se enamorase del hombre más feo del mundo. Eros accedió pero terminó enamorándose él mismo de Psique, al pincharse con una flecha dorada por accidente.
Mientras tanto, los padres de Psique estaban preocupados porque su hija siguiera soltera. Consultaron un oráculo que les dijo que ella no estaba destinada a ningún amante mortal, sino a una criatura que vivía en la cima de cierta montaña, a quien incluso los dioses temían. Psique se resignó a su destino y subió a la cumbre de la montaña, pidiéndole a los ciudadanos que la seguían que la dejaran y le permitiesen afrontar sola su destino. Allí Céfiro, el viento del oeste, la bajó flotando suavemente hasta una cueva. Psique entró y se sorprendió de hallarla llena de joyas y adornos. Eros le visitaba cada noche en la cueva y hacían el amor apasionadamente. Le pidió sólo que no encendiese jamás ninguna lámpara porque no quería que Psique supiera quién era (sus alas le hacían inconfundible). Sus dos hermanas, celosas, la convencieron de que su marido era un monstruo y que debía clavarle una daga. Así que una noche encendió una lámpara, pero reconoció a Eros al instante y dejó caer su daga. Una gota de aceite caliente cayó sobre el hombro de Eros, le despertó y huyó, diciendo: «¡El amor no puede vivir donde no hay confianza!»
Psique buscó a su amante por buena parte de Grecia y Eros, que la había perdonado, voló hasta y suplicó a Zeus y a Afrodita su permiso para casarse con Psique. Éstos accedieron y Zeus hizo inmortal a Psique.
Afrodita bailó en la boda de Eros y Psique, y el hijo que éstos tuvieron se llamó Placer o (en la mitología romana) Voluptas.

1.9 Espuma de mar


El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli (1485)

La ‘surgida de la espuma’ Afrodita nació de la espuma del mar después de que Crono cortase los genitales a Urano con una hoz y los arrojase tras él. En su Teogonía, Hesíodo cuenta que los genitales «fueron luego llevados por las olas durante mucho tiempo. A su alrededor surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella».
Por esto, Afrodita es de una generación anterior a la de Zeus.
Afrodita no tuvo infancia: en todas las imágenes y referencias nació adulta, infinitamente deseable. Aunque es uno de los pocos dioses del panteón griego realmente casados, le es infiel a su marido con frecuencia.
Debido a su inmensa belleza, Zeus temía que Afrodita fuera la causa de violencia entre los otros dioses. Por ello la casó con Hefesto, el severo y malhumorado dios del fuego y la fragua.
La infelicidad de Afrodita con su matrimonio hizo que buscase la compañía de otros, normalmente Ares. Hefesto fue informado del adulterio que su esposa mantenía con Ares por Helios. Como venganza, atrapó ingeniosamente a Ares y Afrodita con una red de finas cadenas que había dispuesto sobre el lecho para que cayeran al más mínimo contacto. Entonces llamó a todos los demás dioses olímpicos para burlarse de ellos (sin embargo, «las diosas se quedaron en casa, todas por vergüenza»); algún dios desenfadado comentó que no le habría importado sentir tal vergüenza. Hefesto no los liberó hasta que Poseidón le prometió que Ares pagaría desagravios, pero ambos escaparon tan pronto como levantó la red y no mantuvieron su promesa.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Conociendo a Atenea y sus representaciones Artísticas

Tema 1.8 Ella Nace de una cabeza II (Arte Ático,Vaso Trípode 575 a.C.)


Analiza la pieza teniendo en cuenta el mito del nacimiento de la Diosa Atenea

Tema 1.8 Ella Nace de una cabeza


A Zeus le apeteció el contacto carnal con la Titánica Metis, quien adoptó formas diversas para escapar de él hasta que la atrapó y abuso de ella. Madre Tierra declaró que daría a luz un niña y que, si algún día Metis volvía a concebir, daría a luz a una niño destinado a deponer a Zeus, del mismo modo que Zeus había hecho con Crono y Crono con Urano.

Entonces Zeus abrió la boca y se comió a Metis. A su debido tiempo Zeus se sintió preso de un horrible dolor de cabeza; parecía que el cráneo se le iba a estallar y se puso a chillar furiosamente. Hermes llamó a Hefesto y éste acudió con una cuña para abrir de una brecha el cráneo de Zeus del que salió Atenea, completamente armada, dando un tremendo grito.

Tema 1.7 Crono destronado

Tema 1.7 Crono Destronado







Crono se casó con su hermana Rea pero la Madre Tierra y Urano habían profetizado que su uno de sus hijos lo destronaría. Así pues cada año se tragaba a los hijos que le daba Rea: Hestia, Deméter, Hera, Hades y Posidón.

Rea estaba furiosa. Dio a luz a Zeus, su tercer hijo, en plena noche en el monte Liceo, en Arcadia, donde ninguna criatura proyecta su sombra. La Madre Tierra lo dejó allí para que fuera criado por las ninfas Adrastea e Io.
Zeus llegó a la edad viril y visitó a su madre Rea quien le ayudó de buena gana en su tarea de venganza; le proporcionó la pócima emética para que la tomara Crono. Esté inmediatamente vomitó a los hermanos y hermanas de Zeus.
Comenzaron un guerra que duró diez años, pero por fin la Madre Tierra profetizó la victoria para su hijo Zeus. Los titanes lucharon en el bando de Cronos y Atlante, al ser jefe de batalla, recibió un castigo ejemplar, pues le ordenaron sostener los cielos sobre los hombros.

Tema 1.6 Urano tiene mano izquierda


Urano engendró a los Titanes en la Madre Tierra, después de haber arrojado a sus rebeldes hijos, los Cíclopes, al Tártaro, un lugar tenebroso en el mundo subterráneo.
En venganza la Madre Tierra persuadió a los Titanes a atacar a su padre; así lo hicieron, dirigidos por Crono a quien ella armó con una hoz de pedernal. Crono castró a Urano sujetando sus geniales con la mano izquierda (que desde entonces ha sido considerada como la mano del mal agüero).

Algunas gotas de la sangre que manaba de la herida cayeron sobre la Madre Tierra, y ella parió a las Tres Erinias –furias que se vengan de los crímenes de parricidio y perjurio-.

Reflexión

Reflexiona los parentescos entre:
"La Teogonía" de Hesíodo en la que se narra la creación del mundo y el mito de Pandora y "El Génesis" de la tradición judío-cristiana



Tema 1.5 Las cinco edades del Hombre

Algunos dicen que la Tierra produjo a los hombres espontáneamente, como sus mejores frutos. Era la llamada raza de oro, súbditos de Crono, que vivían sin preocupaciones y sin trabajar; no envejecían jamás y siempre estaban bailando y riendo mucho: la muerte, para ellos, no era más terrible que el sueño.

Después vino la raza de plata, comedores de pan, y creados también por acción divina. Por ser pendencieros e ignorantes Zeus los destruyó a todos.

Luego vino la raza de bronce, hombres que cayeron como frutos de los fresnos, y llevaban armas de bronce pues se deleitaban con la guerra. La peste se los llevó a todos.

La cuarta raza también era de bronce pero más noble y generosa. Se convirtieron en héroes y habitan los Campos Elíseos..

La quinta raza es la actual de hierro, descendientes indignos de la cuarta. Son degenerados, crueles, injustos, maliciosos, lujuriosos, malos hijos y traicioneros.

Tema 1.4 El principio, Eros





La Noche de alas negras, una diosa por la que el propio Zeus siente un temor reverente, fue cortejada por el Viento y puso un huevo de plata en el seno de la Oscuridad; de este huevo salió Eros y puso en movimiento el Universo. Eros era bisexual y tenía alas de oro, con sus cuatro cabezas unas veces rugía como un toro o un león y otras silbaba como una serpiente o balaba como un carnero. Eros creó la tierra, el cielo y la luna.

En el principio de todas las cosas la Madre Tierra surgió del Caos y dio a luz a su hijo Urano mientras dormía. Contemplándola tiernamente desde las montañas, él dejó caer sobre ella una fértil lluvia que penetró en sus hendiduras secretas, y le hizo producir hierbas, flores y árboles, con las bestias y las aves propias para cada planta.

sábado, 12 de septiembre de 2009

EJERCICIOS



Lectura cuadro página 4
Lectura página 16 y 17
Ejercicio 2 página 18

Tema 1.3 Pandora, "la caja de Pandora"



Un día, poco antes de enviar a Prometeo al Cáucaso, Zeus bajó del Olimpo para visitar a su hijo Hefesto. Hefesto era herrero, y trabajaba en una oscura cueva subterránea situada en la soleada isla de Menos. Su fragua era lo más parecido al infierno. El fuego estaba siempre encendido, y el hierro al rojo vivo irradiaba un calor insoportable. Y, sin embargo, Hefesto se sentía muy a gusto en aquel lugar, donde trabajaba sin descanso, día y noche, fabricando cadenas para los presos, herraduras para los caballos, cascos y espadas para los guerreros…En realidad, Hefesto utilizaba el trabajo para aislarse de los otros dioses, que se burlaban de él porque era feo y cojo. Nunca recibía visitas, así que se quedó de lo más sorprendido el día en que Zeus entró en su fragua.
-¿Qué te trae por aquí, padre? –preguntó.
Zeus tenía la mirada ausente. Parecía perturbado por un grave disgusto.
-Prometeo nos ha engañado de nuevo –dijo-. Primero, nos dejó sin carne, y ahora ha subido en secreto al Olimpo y les ha devuelto el fuego a los hombres…¡Nos ha dejado en rídiculo! Pero voy a demostrarle hasta dónde llega nuestro poder. Les daré un escarmiento a los hombres que nunca olvidarán. ¿Quieres ayudarme, Hefesto?
-Naturalmente, padre. Dime: ¿qué debo hacer?
-Quiero que crees a una mujer.
-¿A una mujer?
En aquel tiempo, ya existían las diosas, pero la Tierra aún no había sido pisada por ninguna mujer.
-La utilizaré para vengarme de los hombres- explicó Zeus.
-¿Y cómo quieres que sea?
-Ha de ser muy hermosa. Fíjate en Afrodita y hazla como ella.
Afrodita era diosa del amor, y poseía una belleza perfecta. Saltaba a la vista que cualquier mujer que se le pareciera despertaría grandes pasiones entre los hombres. Hefesto, pues, modeló una figura con arcilla a imagen y semejanza de Afrodita. Empleó toda la fuerza de sus grandes manos para dar forma al tronco, a la cabeza, a los brazos y a las piernas, y luego fue modelando los finos labios, el largo cuello, la espesa melena… La belleza de la criatura era tan deslumbrante que Zeus, sentado en la sombra, quedó impresionado.
- Se llamará Pandora- le dijo a Hefesto-, porque llevará en sí todos los dones imaginables.
Entonces, Hefesto se inclinó sobre Pandora con la intención de soplarle la boca, pues así era como se les infundía a los hombres el aliento de la vida. Pero Zeus lo detuvo.
-Espera, Hefesto- dijo-: una criatura perfecta merece el soplo perfecto.
Entonces, Zeus llamó a los cuatro vientos: el del norte, que traía el frío; el del sur, que traía el calor; el del este, que traía las penas y las alegrías; y el del oeste, que traía las palabras, muchas palabras. En cuanto los vientos soplaron sobre Pandora, la criatura empezó a moverse. Luego, Zeus convocó a los dioses y les dijo:
-Quiero que le concedáis a esta mujer todos los dones que pueda tener un ser humano.
Durante todo un día, los dioses desfilaron por la fragua de Hefesto para concederle a Pandora los más variados dones: dulzura y gracia, inteligencia y picardía, habilidad para tejer y labrar la tierra, fertilidad para dar a luz muchos hijos, buena voz para cantar, una sonrisa amable que inspiraba confianza…Cuando Pandora hubo recibido todos los dones, Zeus le dijo:
-Ahora ya estás preparada para ir junto a los hombres. Pero antes debo entregarte mi regalo…Míralo.
Zeus sacó una preciosa caja de oro y se la tendió a Pandora.
-Es muy bonita…¿qué hay en el interior?
- Es mejor que no lo sepas, Pandora. Ahora prométeme que nunca, bajo ningún concepto, abrirás esta caja.
- Lo prometo.
-Tienes mi bendición, Pandora –dijo Zeus, y tocó con suavidad la cabeza de la joven-. ¡Ah se me olvidaba! Quiero hacerte un último regalo…
Entonces, Zeus hinchó sus pulmones de aire y sopló sobre el cuerpo de Pandora. De ese modo, le proporcionó un último don, el más peligroso de todos: la curiosidad.
Luego, Hermes, el mensajero de los dioses, condujo a Pandora hasta la Tierra, y la dejó a las puertas de la casa del titán Epimeteo. Epimeteo era el hermano de Prometeo era hábil y astuto, Epimeteo destacaba por su torpeza y su ingenuidad. Cuando Epimeteo vio a Pandora, quedó tan deslumbrado por su belleza que decidió casarse de inmediato con ella.
-No lo hagas- le dijo Prometeo.
-¿Por qué no? –replicó Epimeteo-. ¿Qué hay de malo en casarse con una mujer? La soledad, hermano, es una carga muy pesada, y estoy segura de que Pandora me alegrará la vida.
-Esa muchacha es un regalo de los dioses, y los dioses nos detestan desde que les robé el fuego.
- ¿Quieres decir que Pandora es un castigo? ¡Menudo disparate! ¿ Cómo va a ser un castigo una mujer tan hermosa, que canta como los pájaros y me mira con tanta dulzura?
-Te olvidas de que puedo ver el futuro- concluyó Prometeo-, y sé que Pandora no nos traerá nada bueno.
Epimeteo, sin embargo, estaba tan enamorado que no hubo forma de hacerle cambiar de opinión. A los pocos días se casó con Pandora, y fue feliz con ella durante cierto tiempo. Con los dones que había recibido de los dioses, Pandora llenó la casa de su marido de bonitos tejidos y plantó en su jardín las más hermosas flores. A todas horas se oían risas y cantos en aquel hogar afortunado. Pandora aprovechaba cualquier ocasión para acariciar a su esposo y dirigirle tiernas miradas, así que Epimeteo no podía pedirle nada más a la vida. Pandora, en cambio, no lograba ser feliz del todo, porque, noche y día, oía en su interior una voz que preguntaba sin descanso:
-¿Qué habrá en la caja de oro? ¿Qué habrá en la caja de oro?
Antes de dejarle partir, Zeus le había colgado a Pandora una cadena de oro al cuello. La joven la miraba de continuo, con cierta ansiedad, pues de la cadena colgaba una llavecita dorada que servía para abrir la caja de oro. Más de una vez, Pandora estuvo a punto de descolgar la llave y abrir la caja, pero siempre acababa por decirse: “ No, no puedo hacerlo. Le prometí a Zeus que jamás abriría esa caja”.
Sin embargo, llegó un día en que Pandora no pudo aguantar más. Su curiosidad era tan fuerte que ni siquiera podía dormir, así que cedió al fin a la tentación y abrió la caja. Al instante, sonó un zumbido atronador, como el de un enjambre de miles de abejas enloquecidas. Pandora comprendió que había cometido un grave error. Y es que Zeus había encerrado en aquella caja todas las desgracias que arruinan la vida de los seres humanos: la fealdad y la mentira, la tristeza y la angustia, el odio furibundo, el trabajo inútil que agota y no sirve de nada, la peste que mata a hombres y bestias…Pandora no levantó la tapa de la caja más que un poquito, pero fue suficiente para que salieran al mundo todas las desgracias. Empujadas por los vientos, la maldad, la mentira y la enfermedad alcanzaron todas las casa de la Tierra, y enseguida empezaron a oírse gemidos de dolor y llantos de lástima.
Era lo que Zeus esperaba: su venganza acababa de completarse. Desde las alturas del Olimpo, el dios sonrió y dijo con solemnidad:
- Ahora los hombres comprenderán de una vez para siempre que no se debe engañar a los dioses.
La Tierra habría quedado completamente aniquilada de no haber sido por la última cosa que salió de la caja: un leve aliento, una bendición. Hefesto la había colocado a escondidas en el fondo de la caja, porque amaba a Pandora, que era su creación y no quería verla morir. Aquella bendición era la esperanza. Movidos por ella, los hombres decidieron seguir adelante a pesar de todas las desgracias. No importaba lo mucho que tuvieran que sufrir: los hombres conservaría siempre la esperanza en una vida mejor, en la que no existieran el dolor ni la pena, la guerra ni la muerte.

Tema 1.2


1.2 Prometeo, el ladrón del fuego
Al principio de los tiempos, los dioses establecieron su hogar en la cima del monte Olimpo, cerca de las estrellas. En aquel lugar idílico, llevaban una vida de lo más placentera: paseaban con calma por sus amenos y coloridos jardines, celebraban grandes banquetes en sus palacios de mármol y tomaban a todas horas néctar y ambrosía, un licor y un alimento dulcísimos que aseguraban su inmortalidad.
Mientras tanto, los hombres hacían su vida abajo, en la Tierra. Habían sido creados de arcilla, y pasaban sus días cultivando los campos y criando ganado. En los momentos difíciles, rezaban a los dioses para pedirles auxilio, y después les agradecían la ayuda recibida haciéndoles ofrendas. De cada cosecha que los hombres recogían y de cada animal que sacrificaban, quemaban la mitad en los templos, y así la ofrenda, convertida en humo, llegaba hasta la cima del Olimpo.
Todo iba bien hasta que un día, tras haber matado a un robusto buey para comérselo, los hombres empezaron a discutir sobre qué parte del animal debían quedarse y cuál tenían que entregar a los dioses.
-Quedémonos con la carne y quememos los huesos –proponían unos.
-¡No digáis locuras! – exclamaban otros-. Si les damos a los dioses la peir parte, nos castigarán sin piedad.
-Pero ¿de qué vamos a alimentarnos si entregamos la carne?-El mismísimo Zeus, padre de los dioses, entró en la disputa.
- La carne de buey debe ser para notostros- dijo.
Los hombres, sin embargo, se resistieron a entregársela, así que la discusión se prolongó durante mucho tiempo. Al final, Zeus propuso que fuese Prometeo quien decidiera cómo debía repartirse el buey.
-Prometeo es sabio y justo y encontrará la solución más adecuada. Los demás aceptaremos su decisión y, en adelante, todos los animales serán repartidos tal y como Prometeo disponga.
Prometeo pertenecía a la raza de los titanes, que habían sido engendrados antes incluso que los dioses. Todo el mundo lo admiraba por su sabiduría y astucia. No sólo podía prever el futuro, sino que dominaba todas las ciencias y todas las artes: la medicina y las matemáticas, la música y la poesía… Su mente era poderosa y veloz como un caballo al galope. Cuiando Zeus le expuso el dilema del reparto del buey, Prometeo se sentó a meditar y entabló en su conciencia un largo diálogo consigo mismo.
-Es normal que los hombres se resistan a entregar la carne –se dijo al principio-. Son ellos quienes han criado al buey, y tienen derecho a quedarse con la mejor porción. Sí, pero olvido que los dioses son codiciosos y egoístas. No aceptarán que los hombres se queden con la carne…Pero no la necesitan…Beben néctar a todas horas, y disponen de ambrosía para llenar su estómago. En cambio, los hombres han de comer para sobrevivir…
- Si les entregas la carne a los hombres, Zeus se enojará.
-Entonces, hay que conseguir que Zeus crea que la decisión de quedarse con los huesos la ha tomado él mismo…
Prometeo ideó enseguida la trampa que necesitaba. Luego, despellejó el buey, lo descuartizó y dividió los restos del animal en dos grandes montones. Cuando estuvo listo, llamó a Zeus y le dijo que eligiese el montón que prefiriera.
-Escoge bien porque ya sabes que en adelante, todos los animales que sacrifiquen los hombres se repartirán del mismo modo que este buey.
Prometeo dijo aquellas palabras con la cabeza baja, para evitar que Zeus reconociera en sus ojos el brillo temeroso del engaño. Zeus miró los dos montones. Uno le pareció gris y poco apetitoso, mientras que el otro le atrajo por su brillante aspecto. Así que no tuvo que pensárselo mucho. Señaló el montón resplandeciente y dijo:
-Ése es para nosotros.
Hermes, hijo de Zeus, se hallaba presente en la conversación. Como era experto en idear trampas, no resultaba fácil engañarle. Se acercó al oído de Zeus y le dijo en un susurro:
-No te precipites, padre. Hay algo extraño en este reparto… ¿No has visto que Prometeo ha agachado la cabeza al hablarte? Él siempre mira a la cara…
-Soy el padre de los dioses- replicó Zeus- , así que es lógico que Prometeo me tanga miedo. No es el primero que agacha la cabeza al mirarme. Y te aseguro que no será el último.
Luego, Zeus, volvió a dirigirse a Prometeo, señaló el montón que le apetecía y dijo:
- ¡Nos lo llevamos!
Zeus no tardó en advertir el gran error que había cometido. Sucedía que Prometeo había puesto en un montón la carne y las vísceras del buey, y luego lo había tapado todo con el estómago, que es la parte más sosa del animal. En el otro montón, había colocado los huesos y los tendones, pero los había cubierto con la grasa, cuyo brillo despierta el apetito. Zeus, por supuesto, había elegido este último montón. Así que, cuando llegó a la cima del Olimpo y descubrió el engaño, se volvió loco de rabia.
-¡Prometeo se ha burlado de mí!- rugió, y su cólera se notó en la tierra, porque el cielo se llenó de rayos-. ¡Pero voy a vengarme, ya lo creo! De ahora en adelante, los dioses nos conformaremos con la piel y los huesos de los animales, ¡èrp los hombres tendrán que comerse la carne cruda!
En efecto, aquel mismo día, Zeus les robó el fuego a los hombres para que tuvieran que comerse los alimentos crudos. Sin fuego, la vida en la Tierra se volvió insoportable. Los hombres no podían hacer nada contra el frío glacial que les helaba las manos ni contra el miedo a la oscuridad que los atormentaba de noche. Prometeo, al verlos sufrir tanto, se conmovió.
“Pobre gente”, se dijo, “he de ayudarles de alguna manera”. Al día siguiente, Prometeo subió al monte Olimpo, y sin que nadie lo viera, acercó una pequeña astilla al fuego que Zeus les había arrebatado a los hombres y la guardó en una cáscara de nuez. De regreso a la Tierra, encendió con aquella astilla una antorcha y se la regaló a los hombres para pudieran calentarse de nuevo. Pero, cuando Zeus vio desde el Olimpo que el fuego volvía a arder en la Tierra, su furia no tuvo límites.
-¡Prometeo nos ha vuelto a engañar! –bramó-. ¡Nos ha dejado en ridículo delante de toda la humanidad!
Zeus se vengó entonces por partida doble. Primero castigó a los hombres enviándoles a una mujer llamada Pandora, de la que os hablaré más adelante. Luego, mandó que encadenaran a Prometeo a una de las montañas del Cáucaso, cerca del Mar Negro. Allí, el titán pasó miles de años sin poderse mover, soportando a cielo abierto el frío intenso de la noche y el calor asfixiante del día. Cada mañana, Zeus enviaba una feroz águila al Cáucaso para que le comiese el hígado a Prometeo, y cada noche el hígado se regeneraba por sí mismo, para que el águila pudiese devorarlo de nuevo el amanecer. La vida de Prometeo, pues, se convirtió en un auténtico infierno, pero Zeus siempre pensó que el castigo era justo pues no había falta más grave que engañar a los dioses
Tema 1
Introducción. EL MITO





Aunque la literatura europea de los siglos XVI al XIX no puede conocerse correctamente sino a la luz de la mitología griega, los autores clásicos han perdido tanto terreno en escuelas y universidades que ya nadie espera que una persona culta sepa, por ejemplo, quiénes fueron Deucalión, Pélope, Dédalo, Enone, Laocoonte o Antígona.

El conocimiento actual de estos mitos se deriva en su mayor parte de versiones de cuentos de hadas, como los Héroes de Kingsley y los Tanglewood Tales de Hawthorne. A primera vista parece que esto no importa mucho, porque en los dos últimos milenios ha estado de moda desprestigiar los mitos tildándolos de historias ridículas y fantasiosas, un legado encantador de la infancia de la inteligencia griega que la Iglesia, lógicamente, desvaloriza para destacar así la superior importancia espiritual de la Biblia.

Lo que tradicionalmente se llama la “mitología clásica” no es un objeto sencillo. Considerada en su conjunto, forma una masa de relatos fabulosos de todo género, de todas las épocas, en la cual conviene establecer un cierto orden. Algunas leyendas son romanas y la mayoría son helénicas.

Se ha convenido en llamar “mito”, en sentido estricto, a una narración que se refiere a un orden del mundo anterior al orden actual, destinado no a explicar una particularidad local y limitada, sino una ley orgánica de la naturaleza de las cosas (orden de la realidad).
Las fuentes de la Mitología son muy diversas: van desde los poemas homéricos hasta los comentarios eruditos de los sabios bizantinos del siglo XII.